VI
Él tenía potencial, se repetía una y
otra vez la joven y tímida bruja para excusarse sus acciones, podría
convertirse en un mago poderoso, aunque carente de sentido común, algún día y
su bondad le permitiría ser diferente a los demás magos que había conocido.
Era bueno, no era mal parecido, tenía
paciencia y parecía ser muy amistoso. No, no podía pensar así, no era algo que
hiciera por ella misma, era algo que hacía por no dejar que alguien
desperdiciara su potencial mágico.
Se encontró frotándose ambas manos, mirando constantemente a la
entrada a ver si venía pero nada. El ocaso era hermoso y tintes naranjas y
rojos se habían apropiado de todas las cosas, eso le resultaba relajante en
parte y sentía una calma increíble al ver a las personas pasearse con sus
amigos o sus parejas…acompañadas.
—Es agradable ver salir a las personas ¿no? —una voz molesta,
tormentosa, familiar, le sacó del trance y la melancolía que le provocaban las
personas.
—Un poco —concedió sin pensarlo dos veces.
—Al menos en eso nos entendemos —Carlos se sentó a su lado.
Estaban frente a la escuela, cruzando la calle, ella parada y el
sentado a la orilla de la banqueta con total tranquilidad mientras que los
olores de la hierba de los parques cercanos y el ruido de las pláticas llenaba
el ambiente de indescriptible alegría. Alegría que no era parte del mundo de
Dalia.
—A quien esperas —preguntó el muchacho, inquisitivo como siempre.
“A ti” quisieron decir sus labios pero logró tragarse las
palabras, era un hecho que no estaba interesada en él y por tanto no quería dar
la idea equivocada.
—Yo… —¿por qué era tan difícil? Siempre hablaba con clientes—
gracias por ayudarme a ir a mi casa el otro día, estoy en problemas y
probablemente no pueda asistir más a ésta escuela pero…por eso quería
agradecerte el día de hoy.
—¡¿Qué?! —él explotó, entre molesto y sorprendido— ¿No te dejaran
seguir?
—Hasta que se presenten mis padres o tutor y yo estoy sola, no
tengo quien responda por mi —explicó—Estoy acostumbrada.
—Lo lamento —dijo él apretando con fuerza sus puños, como si
quisiera hacer penitencia lastimándose a si mismo— no puedo hacer nada por ti.
—No es tu culpa —ella sacudió la cabeza— solo tengo que inventarme
otra identidad e irme de aquí, aunque creo que me quedaré un tiempo.
—Me alegra saber que te quedaras —ese comentario la sorprendió, lo
sintió como un golpe que le sacaba el aire— así podremos conocernos mejor.
—¡Carlos! —un hombre ruidoso, de aspecto confiado y prepotente, se
acercó jalando a una chica, pequeña, morena, de cabello marrón extremadamente
corto.
—¿Qué paso? —preguntó con calma— ¿Ese milagro que David,
conquistador de tierras inexploradas me dirija la palabra a mi, un pobre
plebeyo en el arte de la conquista?
—No lo haces tan mal —se burló David mientras miraba de reojo, no
tan discretamente cómo el creía, a Dalia.
—¿De que hablan? —preguntó la muchacha desconocida.
—Cosas de hombres —cortó David— No nos conocemos ¿o sí? ¿Delia?
—Dalia —la bruja corrigió a David severamente.
—¡Lo siento mucho! —David se tornó del color de un jitomate y
Carlos se burló sonoramente de él pues conocía a su amigo y sabía que era
incapaz de ofender a nadie, aunque fuera por error.
—Ella es Stephanie, mi novia —David presentó a la chica a la que
sostenía la mano.
—Mucho gusto —contestó Dalia.
—Mucho gusto —contestó la otra chica, algo incomodada por la
seriedad de la otra chica.
—ya que todos fueron educados, el placer es mio —Carlos sonrió con
solo la mitad de la boca y estrecho con exceso de solemnidad la mano de
Stephanie.
—¿Podrían…—Dalia intentaba decir algo— prestarme un momento a
Carlos?
—Claro, todo tuyo —David dio un codazo a Carlos y salió corriendo
junto a la chica— Hasta mañana.
Salieron corriendo nuevamente, felices cómo solo las parejas lo
son cuando creen haber encontrado a su otra mitad. Normalmente alcanzan esa
felicidad mintiéndose, diciéndose que la otra persona es su ideal.
—¿A qué se debe eso? —preguntó Carlos— ¿No te agradan?
—No lo sé, no los conozco —contestó la bruja cortante— necesitaría
tratarlos más y no estoy dispuesta a hacerlo.
—Ya lo noto —Carlos metió ambas manos a sus bolsas— ¿Para qué me
necesitas? No me molesta estar contigo pero sonó que era algo importante.
—Lo es —fue la única respuesta que obtuvo de la bruja— Solo
tenemos que ir a un lugar más despejado ¿Te gusta el parque que está por aquí?
—Me parece bien —el muchacho avanzó— vamos.
Caminaron en silencio, sin separarse mucho uno del otro, con una
cara tensa debido a toda la gama de pensamientos que pasaban por sus mentes
siendo que cada uno estaba sufriendo de un misterio en particular.
Carlos se preguntaba que era lo que pretendía Dalia, si eso estaba
relacionado con lo que había ocurrido con Sofía y deseaba que ella le dijera
algo importante y no solo quisiera pasar el tiempo, temía perderla como temía
perder a cualquier persona que conocía.
Dalia por su parte se enfrentaba a un enigma más sutil, no sabía
cómo tratar ese tipo de situaciones y por alguna u otra razón no podía
controlarse tan bien como lo hacía con los hechizos. Podía dominar demonios de
rango mayor en el infierno pero un humano, común y corriente, derrotaba toda su
destreza e intelecto ¿Qué era lo que tenía él de especial? Magia, sí, debía ser
eso.
—No malinterpretes que te cite aquí, dónde las parejitas vienen
a…hacer sus cosas o a confesarse —fue lo primero que dijo, como si fuera una
maestra del mensaje indescifrable— siento cómo te trate antes pero hay algo que
me hizo tener un cambio de corazón y estoy interesada en relacionarme contigo.
Carlos solo alzó una ceja, entre confundido y divertido.
—Y no de esa manera —especificó con cierto toque de molestia— lo
que quería decir es que quiero dejarte entrar a mi mundo, quiero enseñarte
cosas que no podrías aprender con ningún otra persona y empezaré por esto.
Ella se descolgó del cuello un pequeño emblema que traía el
símbolo para invocar a Decarabia, no le era de mucha utilidad pues era
redundante con sus habilidades naturales aunque era divertido parte del efecto
que tenía.
—Con esto podrás hacer trato con un demonio —explicó—No de esos
que se llevan tu alma, de hecho este demonio se comporta más cómo un animal
pero es el más amigable que te puedas imaginar, es divertido y curioso.
—Hablas de ellos cómo si fueran tus familiares, supongo que lo son
—Carlos se puso a pensar seriamente— supongo que pasas más tiempo con ellos que
con humanos ¿no?
—Si —respondió ella—. Los humanos no serán algo con lo que me
pueda relacionar pronto, tengo que aprender a controlarme mejor y si no fuera
por Dantalian… —se detuvo, estaba por contar cosas que él no entendería.
—Otro demonio, supongo —Carlos examino con cuidado el emblema que
ella le había dado, parecía hecho a mano con pincel fino— y esto supongo que me
lo tengo que poner ¿no?
—¿No estás asustado?—preguntó Dalia
—Confío en ti —él se lo puso
Ella le dio instrucciones para invocar al demonio del que le había
entregado un amuleto.
—Estrella de cinco puntas, ser de todos los entes voladores y de
los corazones de los humanos…—Carlos se detuvo— ¿No podría apuntarlo y leerlo?
Dalia movió con severidad la cabeza de lado a lado.
—En realidad el encantamiento no importa, más allá de que le guste
a quien sea que quieras invocar y por eso debes de hacer algo adecuado a ella
—Dalia cometió un error— bueno, los demonios son asexuados pero a Decarabia
siempre la he considerado una chica — admitió del color de un jitomate.
“Así que si le importa al menos un poco la sexualidad de las
cosas” pensó Carlos, rompiendo la imagen de Dalia la totalmente gris.
—Veamos, esto tiene pentagramas, cosas que vuelan y sentimientos
—comenzó a razonar Carlos.
—Me tomo mucho tiempo lograr conseguir esos versos, no creo que
puedas simplemente inventarte otro en unos minutos —explicó Dalia pero Carlos
no le escucho.
—Aves arcanas, denme la capacidad de volar y ver dentro del
corazón de quienes me rodean —Carlos comenzó a sentir como la energía se
arremolinaba a su alrededor— Decarabia.
Un destello y una copia perfecta del círculo apareció en el suelo
mientras que el viento se agitaba solo cerca de donde estaban la joven bruja y
su aprendiz.
“Claro, él es humano, no necesita mis tonterías” pensó Dalia para
sí comparando la facilidad con que la invoco comparado con sus preparativos y
encantamiento.
—¿Ahora? —preguntó Carlos algo alarmado.
—intenta escucharla —Dalia ya no intentaba corregir su nominación
sexuada para un demonio—pídele que te muestre algo.
Carlos se concentró y escucho, algo que se escuchaba como el
trinar de un pájaro llego a sus oídos aunque no había pájaros cerca.
—Decarabia —llamó y hubo otro destello, de la nada vinieron
volando centenares de aves y comenzaron a girar en torno a Carlos—¿Podrías
mostrarme, por favor, algo que puedas hacer por mi?
Las aves se esparcieron pero dieron lugar a otro tipo de aves,
casi fantasmales, que solo podían verse volando sobre una persona en
específico.
—Vaya, veo fantasmas de pájaros —dijo Carlos emocionado.
—No lo son —discutió Dalia— son la traducción de Decarabia del
corazón de las personas. Dependiendo de que ave veas, puedes darte una idea de
como es esa persona.
—Ya veo —Carlos no dejo de estar emocionado con eso.
—Igual puedes controlar aves reales e incluso ver el mundo por sus
ojos, aunque eso sería algo problemático de mostrar ahorita —Dalia se sacudió
la ropa de las plumas que habían quedado atrapadas— sería buena hora para
marcharnos. Sirve que puedes ver el mundo a través de los ojos de un brujo.
“Y de los míos” completó para sí.
—¡Si, maestra! —Carlos se inclinó levemente, como si estuviera
estudiando artes marciales y avanzó rápidamente para colocarse a su lado.
—Solo una advertencia, intenta tocar lo menos posible los
fantasmas de aves —Dalia comenzó a golpearse con un dedo el costado de la boca,
pensativa— A la mayoría de las personas les causaría un dolor increíble el que
hagas eso sin cuidado, el alma de alguien, sin importar con que forma la veas,
es especial y solo muy pocos elegidos pueden coger el alma de alguien sin
lastimarlos aunque en algunos casos… —dejo de hablar súbitamente.
—¿En algunos casos? —preguntó Carlos con curiosidad.
—No lo entiendo realmente, pero se dice que si la persona elegida
toca tu alma, será como una caricia —turbó momentáneamente su mirada intentando
descifrar ese misterio.
—Al menos significa que no le dolerá —Carlos se encogió de hombros
y siguió caminando.
—¿Alguna duda? —preguntó Dalia preparándose para la inevitable
pregunta: “¿Por qué no veo ningún ave contigo?”
—¿Cómo lo apago? —la metáfora de apagar de Carlos estaba errónea
pero prefirió no entrar en tecnicismos.
—Pídelo a Decarabia o dile que lo liberas del trabajo de hoy y
llámalo más tarde aunque un hombre activo como tú no tendría problemas
manteniéndolo indefinidamente sin agotarte.
—Así que gastan batería —preguntó Carlos.
—¿Qué obsesión con pensarlo como un aparato? —discutió Dalia— Es
más como un instinto, una habilidad mental y sensorial a la que estás
privilegiado.
—Oh —fue lo único que dijo Carlos.
—Bueno, suficiente, esta es mi…—se detuvo un poco cuando llegó a
abrir la puerta y considero que había algo incongruente en esa situación.
La bruja se giró preocupada y vio a Carlos con su tonta sonrisa
recargado en la pared, mirándola con extrañeza y después vio que estaban a las
puertas de su casa ¿Cómo se habían desplazado ahí tan rápido? Y más importante
¿Por qué ese sujeto seguía siguiéndola?
—¿Casa equivocada? —preguntó Carlos algo divertido.
—Para ti ¿Por qué me seguiste hasta mi casa? —Dalia volvió a ser
ligeramente mordaz.
—Me pareció lo correcto —se excusó Carlos.
—No era necesario —y cerró la puerta tras de sí y corrió al
segundo piso, invocando ágilmente a Dantalian y que sus reservas se fueran al
diablo, era una emergencia.
—¡Estoy en problemas! —le dijo agitada a un Dantalian que aún no
copiaba ningún cuerpo.
—¿Por qué? —preguntó el demonio algo extrañado.
—¡Sabe dónde vivo! —exclamó ella.
Dantalian solo rio.
—Linda, los humanos de ésta época no intentarán hacer lo que
hicieron antes, no hay problema que un muchacho o dos sepas dónde vives y de
hecho mi análisis sobre el mencionado “sabe dónde vivo” es que tú le dijiste
voluntariamente a él, sino directamente, dónde encontrarte— Dantalian, como
siempre, se divertía molestando un poco a su invocadora.
—Que descuidada fui —Dalia se cruzó de brazos y frunció el seño—
iré a tomar un baño.
Carlos, por su parte, encontró un ave fantasma moribunda, un
pequeño pajarito que parecía haber caído del nido y que estaba inmóvil.
—¿A quién perteneces tú? —le preguntó mientras se agachaba a
verlo.
—Dalia —le susurró Decarabia.
—Así que así es realmente ella ¿eh? Frágil y débil —suspiró un
poco considerando que hacer, si le ayudaba a llegar a la ventana abierta que
había en la casa lograría alcanzar a su dueña pero probablemente le infringiría
dolor.
—Decarabia ¿Es peor un momento de dolor o quedarse sin alma?
—preguntó para decidir su curso de acción.
—Sin alma —respondió la voz sin cuerpo en su cabeza.
—Eso pensé —y cogió el ave entre sus dos manos, arrojándola
suavemente, invitándola a volar, para que llegara a la ventana abierta en la
casa de Dalia.
Mientras eso ocurría se escuchó un grito ahogado desde el baño y
Dantalian encontró a Dalia desnuda, sentada en el suelo y abrazándose con sus
propios brazos y con una cara perturbada.
—Si te preguntas que ocurrió, vi a tu ave entrar por la ventana
hace unos segundos —Dantalian se veía preocupado.
Los ojos de Dalia se abrieron como platos, eso no era posible, era
imposible que ella tuviera un ave, las personas como ella no debían tener un
alma.
—Si, señorita después de tantos años de tener sentimientos, era
normal que creciera un alma en ti ¿Qué querías estar vacía por siempre? —regañó
Dantalian— aunque sentir dolor del alma en cuanto la consigues debe ser
terrible.
Dalia movió la cabeza a ambos.
—No fue dolor —explicó— fue como si…como si acariciaran todo mi
cuerpo y toda esa electricidad recorriera mi cuerpo al mismo tiempo. Solo grité
porque me sorprendió.
Dantalian no pudo contenerse más, cogió uno de los cabellos del
suelo, que eran de su protegida, y se transformo en una copia perfecta de ella,
ambas desnudas.
—Ya veo —dijo mientras se frotaba la barbilla la falsa Dalia, la
única forma de distinguirlas era la cara de sabiduría de Dantalian— esto que te
perturba querida…
Dantalian avanzó hacía ella y la derribo, se colocó sobre ella y
puso ambas manos sobre su pecho a la altura del corazón.
—…Es que estás enamorada —concluyó.
—¿Para anunciar eso necesitabas ponerte encima de mi? —preguntó la
hechicera, jadeante aún por la sorpresa que se llevó.
—entre más contacto tenga con la persona… —dijo Dantalian.
—….Más adentro de sus pensamientos puedo entrar… —continuó Dalia.
—…A un lugar tan profundo que ni la misma persona lo sabe —concluyó.
"¿Qué obsesión con pensarlo como un aparato?" jajajajajaja!! me atrapaste,xDD
ResponderBorrarEn definitiva, estoy enamorada de esta historia, sigue así, espero ver más!
En cuanto a alguna crítica...creo que nada por el momento, jojo.
Nabile.
Pd: Esto me puso de buenas,xD.