junio 05, 2012

Prologo: Nombres de los muertos -Dónde hay demonios pero ningun dios


Prologo
Nombres de los muertos

Era de día pero no se podía ver ningún rayo de luz que atravesara las nubes de humo y pólvora que seguían sitiando el terreno de La Frontera después de que los dos reinos vecinos decidieran declararse la guerra y éste,  pequeño y de escasos recursos, se viera convertido en un campo de batalla de extranjeros contra extranjeros y sus pueblos fueran reducidos a escombros con el fin de privar al enemigo de un escondite.

La frontera es, después de todo, un condado que hace honor a su nombre y está entre tres enormes reinos, extendiéndose con forma de hélice justo en el medio de los tres. Antiguamente cuando tenía más poder se le llamaba Axis para demostrar que en ella se sostenía el mundo pero cuando una sequía se hizo presente y los demás reinos aprovecharon para levantarse en armas, este terminó  siendo conquistado por completo salvo por un condado que, por una u otra razón ya perdida en el tiempo, no fue atacado.

Las batallas habían concluido unos días atrás cuando ambos ejércitos tuvieron que retirarse para evitar más muertes cuando las enfermedades comenzaron a surgir de los cadáveres de amigos y enemigos para hacer que más soldados, carentes de valentía pero necesitados de dinero, se unieran a las filas de la muerte.

Muchos tomaron la segunda opción, se convirtieron en bandidos y comenzaron a masacrar a los pocos supervivientes del pueblo con tal de sobrevivir y, de una u otra manera, esa área quedo totalmente ausente de vida. Ni plantas ni carroñeros soportaban ya la el olor a muerte.

Todo eso hacía que la carroza, llena de parches con tablas de diferentes colores, destacara entre toda esa desolación, porque contenía personas vivas, personas que habían decidido por cuenta propia ir ahí mismo.

—¿Están seguros que quieren venir? No verán ningún cadáver o heridas interesantes, eso ya pasó hace unos días —preguntó el conductor mientras sostenía las riendas de las dos yeguas viejas que jalaban de la carroza.

—No somos ese tipo de personas, es desagradable cualquiera que haga eso —insistió la persona sentada a la izquierda con bastante enfado—. Nos dice eso, pero usted estaba ofreciendo el viaje sin que se lo pidiéramos.

Esa persona era una mujer que llevaba una larga túnica color beige ceñida al cuerpo, no era ni muy joven ni muy vieja, era de la edad ideal en que las mujeres alcanzaban su mayor belleza y a partir de ahí, a ojos de otros varones que no las conocieron jamás, solo comenzaban a decaer o al menos ese fue el juicio del viejo conductor.

Ella era realmente una persona que se podía describir a la perfección con la palabra hermosa, era alta de piel bronce, ojos verde bosque y cabello castaño oscuro largo como lo exigía la civilización. Era la perfecta mezcla entre la gente de los bosques y una dama sofisticada que podrías encontrar en cualquier urbe.

—¿Sabían que en todos los viajes que he hecho, nadie de los que viene conmigo ha regresado vivo? ¿Qué de todos los viajes que realicé yo solo, regresaba con los lugares dónde ustedes van sentados llenos de cuerpos malolientes? Me toman por un servició de transporte cuando realmente solo soy el enterrador, veo que todos ustedes son extranjeros y no saben con que seriedad nos tomamos esta tragedia aquí, en la frontera —discutió el conductor— todos esos cadáveres no tenían nombre, no saben cuantas cruces hay sin ninguna decoración ni escudo familiar.

—Realmente lo lamento —respondió la mujer, con más calma, casi con la voz de una madre dirigiéndose a su hijo más querido —Nosotros también estamos aquí por tragedias.

—¡Pues claro! —bramó el conductor— No es como si pudieran apreciar los edificios o probar el vino más delicioso del mundo en este lugar. —remarcó sus palabras hacía otra persona, que mantenía la vista fija en la senda que dejaban atrás, ocultando su cara gracias a un enorme sombrero color negro.

—Yo no estoy aquí por gusto, tampoco —exclamo con voz tenue la joven que miraba el camino mientras acariciaba sus muñecas— Tengo alguien a quien quiero salvar —puntualizó con mayor decisión.

—¿Qué? No me digas que van a colgar a tu novio —se burló el conductor— Chica, regresa a la mansión de dónde saliste, el viaje no es para ti, ya encontraras a otro tonto que te aguante.

La chica se levantó con dificultad, logrando mantener el equilibrio a pesar de la carreta en movimiento y avanzó hasta el conductor.

—Escúcheme bien, extranjero —dijo con cierta molestia mientras se sostenía del frente de la carreta con una mano y sostenía su sombrero con otra— Mi hogar, en mi hogar pasaron cosas peores que esta, ya no tengo ningún escudo de la familia que poner en mi tumba ¿alguna objeción con que esté aquí?

La chica era demasiado joven, eso perturbó al conductor, parecía haber sufrido demasiado para cuando ella debería estar aprendiendo a tejer cosas para su marido pero sus manos estaban marcadas con heridas de una cuerda. Ella había sido atada.

Mirándola con más detenimiento, además de sus heridas y su juventud, era imposible no fijarse en ella pues vestía de manera excéntrica para todas las regiones, con un enorme sombrero color negro que acababa en punta, como las brujas malas de los cuentos que se contaban en Drake,  un vestido de material durable adaptado para no entorpecer el juego de piernas necesario para el viaje, tenía anteojos pequeños y cristalinos y finalmente las mangas del vestido no eran lo suficientemente largas y dejaban las muñecas, con sus respectivas heridas, al descubierto para ojos agiles.

—¿Qué clase de monstruo te hizo eso? —comentó el hombre sentado al frente de la chica, a un lado de la mujer amable. Probablemente su esposo, iban agarrados de la mano y con anillos a juego, intuyó la chica.

Él, a diferencia de su esposa, parecía un bárbaro, no era muy robusto pero podías ver incontables cicatrices sus brazos descubiertos, cicatrices que verías en los brazos de un soldado pero la ausencia de armadura y las ropas de viaje desgarradas le daban un aspecto más caótico como el de un bandido.

—Vius, no te metas en los problemas de otros —regañó su mujer.

—Estuvieron quemando brujas en Drake —comentó el último integrante de la carreta —tanto tú como la niña rubia tienen aspecto de ser Drakianos y tu nombre solo lo confirmó ¿Cuál es tu nombre niña?

—Nat —contesto ella en menos de un segundo.

—Nombres fáciles de decir, perfectos para el campo de batalla, seguidores de la tradición de Drake de pelear con todas sus fuerzas contra el enemigo —se acarició un poco la barbilla y agregó— tanto como para quemar a aquellos “traidores” que adaptaron cosas que distinguen al enemigo, como la magia. Estoy de acuerdo con que son monstruos.

Drake era uno de los condados más grandes, y el principal ejercito del reino Kryl, nombrado así por el héroe que lucho contra un demonio que se había robado la capacidad de la tierra de darle vida a las plantas. La familia real de ese reino conserva ese apellido desde tiempos inmemorables.

El último ocupante de la carreta, sentado al frente de la mujer, solo podía describirse como misterioso. Tenía una manta que cubría todo su cuerpo a excepción de su cara, el cabello corto como el de un cadete y la estructura de su cara era robusta. No se podía adivinar nada de él.

—Me parece que los cinco estamos de acuerdo en esto —comentó el conductor— ya que estamos con los nombres, el mio es Rofi, a sus servicios.

—Siasuricia —respondió la mujer— Sería más simple si solo me dicen Sia, las tribus del bosque tienen la tendencia de poner nombres demasiado complicados.

Las tribus del bosque eran un grupo de nómadas que se mantenían al margen de el resto de la sociedad y sus problemas, buscando solo vivir en paz, aunque tenían una afinidad mayor con la magia que el reino más avanzado en la misma.

—Vaya ironía, tenemos una carreta llena de enemigos —se burló el que aún no había dicho su nombre— y sin embargo, a pesar de la nacionalidad están charlando como si fueran los grandes amigos aunque era de esperarse siendo que todos somos traidores.

—¡habla por ti! —Vius se intentó levantar pero Sia le puso la mano en el hombro para calmarlo.

—Un drakiano viviendo con una maga que anteriormente era una salvaje y una drakiana que estudió magia —se encogió de hombros— yo solo veo puros traidores.

—¿Cuál es tu nombre y a quien traicionaste? —preguntó Sia afablemente.

—No merezco ningún nombre, yo había traicionado a la humanidad y ahora me volví a cambiar de bando. Definitivamente tengo algo que me mueve a apuñalar por la espalda —el hombre parecía derrotado, no esperaba salir con vida de ahí.

—Saben mi tragedia ¿por qué vienen ustedes? —preguntó Nat.

—Perseguimos a un ladrón —respondió Vius.

—Persigo a un asesino —respondió el otro hombre.

—Algo que no entiendo, Nat —comenzó Sia— es la razón porque vienes aquí de todos los lugares, hubiera sido más fácil tomar un viaje directo a Torah, muchos pasan ilegalmente el borde ¿por qué arriesgarte a esto?

Torah era la urbe fronteriza, una ciudad amurallada, perteneciente  al reino de Xaracan que se dedicaba principalmente a practicar la magia y vivía de ella además de adorar a varios dioses y tener un constante refuerzo de la necesidad del humano de cumplir sus propios deseos a costa de cualquier cosa haciéndolos ver como monstruos ante sociedades más organizadas como la de Drake.

—Yo voy a Llomus —respondió Nat, dándose cuenta lo fácil que era hablar con Sia.

—Ya veo, Llomus, el pueblo dónde tienen la lengua de dios ¿no? —Comentó Sia intentando hacer memoria —nunca he estado ahí.

Llomus era un pequeño pueblo ubicado alrededor de un monte dónde se levantaba un enorme templo hecho para una mujer de la familia principal de ese pueblo que nacería con la capacidad de poder comunicarse con dios.

—No te ilusiones que vas a poder pedirle algo a dios —comentó Rofi— la lengua de dios murió y su hija no tiene la habilidad pero la encerraron de todas formas. Malditos desgraciados.

—Aquí hay demonios pero no hay dios —mencionó el hombre de negro.

—Eso parece —Rofi estuvo de acuerdo.

—¿Podemos acompañar a Nat? —pidió Sia a su esposo.

—Si eso es lo que deseas —a pesar de que Sia le pedía permiso, parecía más bien que ella tenía control sobre él.

—Si nuestro otro invitado no tiene problemas, los llevaré yo mismo —añadió Rofi— ya necesito unas vacaciones.

—Vayan a donde quieran —mencionó el hombre.

Eran un grupo carismático de gente que no encajaba en ningún lado pero al ser todos iguales por diferentes razones, hicieron click y comenzó a nacer una amistad.

—Qué mal que me acompañen, así sabrán que yo fui —pensó Nat respecto a la traición que haría dentro de poco tiempo.

1 comentario:

  1. Personajes pintorescos y que muestran diversas personalidades y que se estan lanzando a una empresa individual que, casualmente los hace juntarse.

    Como bien describes al final, son un grupo de parias que al tener en comun eso, de algun modo se llevan bien juntos. Me agrada mucho de verdad.

    Otra cosa que me agrado muchisimo, es como se menciona brevemente una leve reseña de pueblos o lugares de los que se hablan, eso es genial. Así, te puedes hacer una idea de lo que trata esto.

    Los dialogos los senti bastante naturales, muy llevadero todo para estar deambulando por un sitio que apesta a muerte y desolación.

    Sobra decir que el dialogo final de Nat, deja mucho que pensar y abre más las expectativas.

    Y las descripciones me parecieron no solo buenas, sino hasta bellas, piel de bronce, ojos color bosque, vaya, es otro nivel.

    Una sola observacion, al momento de que todos hablaban, de repente me confundi porque solo se mencionaba "que la mujer dijo esto" y ya no entendia que mujer lo decia...

    De ahi en fuera, no tengo más que agregar, salvo que, supongo ya debia el comentario.

    Ya quieto leer lo que sigue.

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